jueves, 4 de junio de 2009

Después de ella, la nada

Todo su mundo está en calma, una paz serena y a la vez perturbadora. Vive en una felicidad por momentos embriagadora.
Llega el día en que cree –dada su naturaleza despistada- haber notado una sacudida bajo sus pies. El edificio que construyeron con sus propias manos y ahora le cobija no parece, en un primer momento, haberse inmutado.
Cuan equivocado estaba el muchacho, pronto empezará a descascarillarse la superficie pintada de verde de las paredes. Los temblores cada vez son más frecuentes y lo que ayer empezó siendo una simple fisura, hoy es una grieta tan grande como un valle.
Si reúnes las fuerzas para asomarte descubrirás un vértigo primitivo que te envuelve.
Aquella pequeña construcción, que levantaron juntos, se estremece ante la posibilidad que hasta la más liviana de las brisas consiga derrumbarla.
El muchacho llora desconsolado sabiendo que sus débiles brazos no podrán sujetar la casa por más tiempo...