lunes, 22 de septiembre de 2008

Érase una vez una niña

Que con su risa y su llanto llenaba por completo la habitación donde se encontraba.
Se trataba de una bella criatura que daba vida y gozo a todo lo que le rodeaba.
En realidad ya era adulta pero cuando se encontraba a gusto con una situación se comportaba como si estuviera en su particular patio de recreo.
Y no creáis que esta actitud hastiaba a los que bien la guardaban, todo lo contrario se encontraban felices por ser los elegidos de su compañía.
Y poder disfrutar, así, de aquella actitud infantil en un cuerpo de adulto que por momentos parecía despreocupada, que dejaba en un estado de animación suspendida o de letargo al reloj que avanzaba inquebrantable para los demás.

4 comentarios:

Anita dijo...

A pesar de que son difíciles de encontrar, hay personas así, que con su brillante aunque no cegadora luz, iluminan los días y los momentos con alegría y ternura.

Me gusta el texto, muy dulce.

Un beso!

Jesús V.S. dijo...

Lo mejor de todo es cuando la encuentras, y confirmas lo que habías escuchado con anterioridad. :)

Sigue así, amigo. Me gusta tu sitio.

Un abrazo enorme.

MoT dijo...

Nunca hay que dejar de ser Peter Pan...


Me encanto la reflexión... Disfruta de ella cuando este así, contigo.


Un besin

S. Vigara dijo...

Me ha gustado un montón el texto, sobre todo porque me he identificado con la niña de la que hablabas asique es todo un gustado

=)

un beso enorme pablo!nos evmos el lunes!